Nacido en Atenas, de familia noble, repartió su rico patrimonio a los pobres y partió a Occidente.
Se estableció en Provenza, en el sur de Francia y dedicó su vida a la oración en un bosque donde fundó una comunidad de anacoretas.
Un día en que andaba de cacería, el rey Teodorico descubrió a San Gil en su ermita y con el propósito de ayudarlo le hizo construir en ese mismo paraje un monasterio.
Pronto el lugar se convirtió en centro de peregrinaciones al que la gente acudía para que el santo le remediase los males del alma y del cuerpo.
Sin embargo, San Gil, añorando la soledad, se dirigió al Pirineo catalán, donde a los 84 años de edad murió santamente el año 720.
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